A 5 km de las murallas de Ávila, al borde de un pantano y rodeado de recio encinar crece este joven jardín de inspiración mediterránea y carácter castellano. Entre olivos centenarios y sus estilizados compañeros los cipreses, se desarrolla un cortejo de especies arbustivas y vivaces con gran recorrido estacional. Con inviernos duros y primaveras que se hacen de rogar, son los veranos de tardes agradables y noches frescas los que hacen que floraciones y crecimientos se alarguen de manera sorprendente, compensando los rigores de la meseta. Los olivos de alto Aragón, con los que la propiedad soñaba, pudieron ser plantados en el suelo poco profundo y rocoso gracias a los aterrazamientos creados con muros de piedra de las canteras abandonadas en la finca. Los muros de terrazas y cerramiento junto con las paredes de la propia vivienda -también de granito- son la parte mineral de este jardín que es tan importante o más que la parte vegetal. Éstos elementos pétreos enlazan con el entorno próximo, salpicado de berrocales graníticos que dotan al paisaje de una enorme personalidad con la que era necesario llevarse bien.

Fotos: Urquijo – Kastner